Por Leandro Fernández – Coach Empresarial
Me encanta contar historias, disfruto mucho de contar anécdotas y que los que me escuchen tengan ganas de haber estado en ese momento o quizás no…
Depende.
Obviamente que la actualidad ya le encontró un nuevo nombre a esto y se llama Storytelling, que sigue siendo la habilidad para contar historias, pero muchas veces lo dirigen para lo empresarial y en cómo podemos comunicar nuestra marca de una mejor forma.
Prefiero relacionarlo con que los “adultos” siempre fuimos en algún momento niños a los que les contaban cuentos y por eso, cuando nos transmiten algo mediante una historia le prestamos más atención.
Les hablo de esto porque hace unos días que pienso en cómo podemos hacer para cambiar la historia de las vísperas de fin de año, donde todos estamos como locos tratando de salvar el mundo en 30 días.
Es así porque cuando llega fin de año pagamos más caro todo, hacemos más filas, hacemos más regalos y bueno, lógicamente queremos ganar más dinero.
Entonces, llegué a la conclusión de que lo único que puede hacernos aprender herramientas de ventas rápidamente y saber cómo aplicarlas, es un cuento.
Les voy a contar la historia de una emprendedora, pongámosle de nombre Sofía, que tiene un carácter muy fuerte así que los dejo a solas con ella para no robarle protagonismo.
Saludos.
La experiencia de Sofía
¡Hola! Soy Sofía, tengo 26 años y me encantaba emprender, lo digo en pasado porque la verdad que me encuentro frustrada… no puede ser que no me haya perdido ni un solo curso o charla sobre emprendedurismo y esas yerbas y que todos los años me pase que tenga que andar a las corridas para reponer mi stock porque le calculo mal o que mis encargados… ¡ay, perdón! No les dije a qué me dedico, vendo prendas de diseño para mujeres que mi hermana que estudia esa carrera en Córdoba confecciona ella misma (la amo) y bueno, decidimos lanzarnos a vender sus creaciones, con otras marcas más que nos gustan. Continúo, que mis encargados atiendan mal a las clientas y, ni hablar de nuestro maravilloso, pero tan inestable país que me tiene loca con su economía. Fue entonces cuando estaba desayunando con mi mamá (sí, sigo viviendo con ella y no me jodan con eso, ¿ok?) tipo 5am porque tengo una amiga de la infancia que se fue a vivir al exterior hace dos años mas o menos, con la cual todos o, mejor dicho, casi todos los sábados hacemos una videollamada por Skype para mantenernos al tanto y hacer catarsis. La idea esta vez era contarle de mi crisis sobre que no sabía qué hacer este fin de año para que no me pase lo mismo de siempre con mi emprendimiento, pero pasó algo que ahora que lo pienso me sirvió mucho más que una “catarsis”. Mi amiga me robó el protagonismo llorando porque básicamente tenía los mismos problemas que yo, en serio, fue como que escuché lo que yo le iba a contar y eso supongo que produjo un “quiebre” dentro mío. Me pasó por dos razones, la primera porque no pensaba que estas cosas pasaban en el exterior también y, la segunda, porque fue como que pude analizar desde afuera lo que me estaba pasando. Me dije a mí misma, cómo puedo pretender que no me pasen las mismas cosas, si ni siquiera tomé notas de mis errores del año pasado porque quedaron empañados de quejas.
Ni hablar de haber llevado un conteo minucioso de mis ventas. Así que este año me prometí hacer las cosas bien, ese mismo sábado por la tarde me puse con mi anotador y tomé notas (haciendo mucha memoria) sobre cuáles habían sido mis errores, qué cosas no tuve en cuenta, etc. Y después hice los números de nuevo para saber aproximadamente cuanto vendí durante el año, cuánto me gustaría vender y en qué porcentaje se podrían llegar a aumentar mis ventas.
A todo esto (nada que ver) mientras me moría haciendo los números del año pasado porque odio las matemáticas, apareció mi mamá que fue quien estuvo ayudándome en el local el año pasado (para no contratar más empleados) con una libretita con todo lo que se había vendido, lo que faltaba, ¡hasta las prendas que vendí! La odié en ese momento.
Una vez que tuve todo anotado, empecé a buscar herramientas como apps o softwares que me sirvan para controlar mejor todo y organizarme más (algo que seguramente me enseñaron en algún curso), encontré una app que se llama Mobills ¡es genial! Podés llevar todas las finanzas, hacer presupuestos, ponerte objetivos, vincularlo con cuentas bancarias y hasta si querés podés exportar tus finanzas en pdf, Excel o lo que quieras.
Después encontré otra app para llevar mi inventario, se llama Openbravo, otra genialidad que te facilita tanto las cosas para que no se te escape nada, en serio. Después de un tiempo buscando y planificando todo para poder vender mejor me di cuenta de que sólo estaba pensando en Navidad (todo el tiempo me repetía a mí misma “tengo que pensar fuera de la caja”) y ¿por qué sólo Navidad? Al toque me hice una cuenta en Trello (recomendadísima) y armé mi calendario con todas las fechas importantes de fin de año para vender y hasta me inventé algunas fechas “excusas” para vender más.
Por último, hice anotaciones de todos los regalitos que les iba a hacer a mis clientes cuando compren y otros cuando vuelvan a comprar, porque vieron lo lindo que es cuando…
Para el final
Basta Sofía, ¡no podés hablarte todo!
Ya nos diste varias ideas para vender más y mejor, ahora sólo me queda esperar a que lo hayan disfrutado a este cuento como yo al escribirlo y puedan compartir lo que hizo “Sofi” con sus amigos emprendedores.
¡Gracias!
·· Leé la Nota en Diario El Tribuno Jujuy ··
https://www.eltribuno.com/jujuy/nota/2019-12-11-11-9-0-aumentar-las-ventas-es-un-cuento